Por Penguin Random House y Librería Patalibro
Fernando de Vedia nos leerá un cuento de Paco del Tomate, el famoso inventor de cosas inútiles, y después haremos nuestros propios inventos.
- Jueves 12 – 15hs // Domingo 15- 16:30 – vía Zoom
Dice Fernando: “Descubrí que escribir para chicos era un camino para recuperar el optimismo, el juego, la ternura y ciertos valores que cada tanto se olvidan… Me sumerjo cada día en los mundos de fantasía de la literatura infantil con la secreta ilusión de ayudar a los chicos a hacerles la vida un poco más linda”.
Nací en 1961, el mismo año en que los Beatles debutaban en The Cavern. Quizás por eso muchos críticos insisten en comparar mi energía creativa con la de John Lennon, lo cual me halaga. Lamentablemente, la comparación se refiere a la etapa de Lennon posterior a su muerte.
Desde muy pequeño quise ser mago y unirme a un gran circo para recorrer el mundo, intención que fue apoyada por mi madre en todo momento: “me parece muy bien que quieras ser abogado”, me dijo.
Olvidé el circo pero seguí practicando mis trucos y ofreciendo shows para la familia. Al ver la reacción que mi arte despertaba en tíos, primos y abuelos, no dudé un instante y, ya de adolescente, decidí probar con el dibujo.
Desde pequeño me gustaba dibujar y admiraba a quienes hacían humor gráfico. Un par de consagrados, luego de analizar mis trabajos, me aseguraron que estaba preparado para publicar en los diarios, mi mayor anhelo, pero en la página de avisos fúnebres.
No obstante, llegué a trabajar en muchas revistas de actualidad, y me convencí a mí mismo de que podría vivir del humor, especialmente al oír las carcajadas de mi padre cuando se lo dije.
Mientras continuaba con mi magia y mis dibujos, comencé a estudiar publicidad, que hoy es habitual, pero en mis épocas era tan extraño como no estudiar abogacía. Ya convertido en publicitario, mientras recorria las páginas del diario para ver cómo había salido el aviso de mi empresa, comprendí que las noticias que no tenían que ver con la inflación, la guerra, los escándalos o los desastres naturales no eran noticias. Y creció en mí la necesidad de oponer una mirada más inocente a ese mundo que parecía no tener futuro, pero no se me ocurría cómo hacerlo.
Hasta que nacieron mi hijos y descubrí que escribir para chicos era un camino para recuperar el optimismo, el juego, la ternura y ciertos valores que cada tanto se olvidan, y una manera de dejarle a Clara y a Joaquín algo más que un aviso de celulares premiado en Cannes. Gracias a ellos y al apoyo de mi mujer, hoy tengo varios libros publicados, y otros tantos por venir, abandoné mi trabajo publicitario y me sumerjo cada día en los mundos de fantasía de la literatura infantil con la secreta ilusión de ayudar a los chicos a hacerles la vida un poco más linda.